Época:
Inicio: Año 1798
Fin: Año 1799

Antecedente:
La campaña de Egipto



Comentario

La flota británica, al mando de Nelson, se componía de catorce barcos de dos puentes y setenta y cuatro cañones, junto con otro de cincuenta cañones y algunas fragatas. No era mucho, pero sus capitanes estaban tan compenetrados que se les llamaba la Banda de Hermanos, y las tripulaciones estaban bien entrenadas como marineros y artilleros.
Sobre el papel, la flota francesa era superior: trece navíos, tres de los cuales tenían ochenta cañones, y su buque insignia, el Orient, cargaba ciento veinte bocas de fuego: el navío más grande de la flota francesa. Los otros nueve buques eran de setenta y cuatro cañones, y formaban un conjunto irregular, donde se mezclaban buques anticuados con otros nuevos. Muchos de sus tripulantes eran novatos y reclutas sin experiencia ni entrenamiento.

François De Brueys d'Aigalliers, el almirante francés- arbolaba su insignia en el Orient- había demostrado su habilidad, pero estaba coartado por el autoritarismo de Napoleón. De Brueys tenía en su contra que era un oficial formado en la marina real y muchos de sus compañeros habían muerto en la guillotina; padecía el síndrome de inferioridad ante los británicos: si eran encontrados, serían derrotados; su general en jefe, Napoleón, no entendía el mar, y veía a la flota tan sólo como un medio de transporte.

Horatio Nelson -en el Vanguard- era un hombre que no temía al fracaso (había sido derrotado por los españoles en Santa Cruz de Tenerife, en julio de 1797 y no se le había recriminado). Confiaba en sus capitanes: Troubridge, Hood, Foley, Hardy y su general en jefe era él mismo. Era audaz, y su teoría se basaba en atacar con decisión.

El comandante francés de la retaguardia era Villeneuve, a bordo del Guillaume Tell. Sería duramente criticado por su actuación en la batalla, pero su decidida defensa de Malta al año siguiente permitiría su rehabilitación, y le llevaría al mando supremo de la flota en Trafalgar.

Tras el desembarco, Napoleón ordenó a De Brueys que anclara la flota cerca, por si era preciso reembarcar al ejército; una vez estabilizada la situación,Napoleón enviaría al almirante un mensaje, para que éste replegara la flota a Corfú, puerto de fácil defensa. Sin embargo, este mensaje no llegó jamás a manos de De Brueys. Éste había decidido anclar en Abukir, bahía situada a veintitrés millas al este de Alejandría, con una costa curvada abierta al Este, cerrada al Norte por una punta dominada por un castillo y una isla, y con un fondo de bajíos arenosos. Mientras tanto, Horacio Nelson buscaba a la flota francesa para destruirla, consciente de que la única manera de derrotar a Napoleón era aislarlo en Egipto.

De Brueys formó su flota en una línea -con los buques separados entre sí unos ciento cincuenta metros- que cerraba la bahía de Abukir. Los barcos tenían el costado de estribor mirando al mar, mientras la proa de la línea y el costado de babor serían inaccesibles para un hipotético enemigo: por eso, se dejaron guardados los cañones de ese costado y se amontonaron entre ellos las cajas y los rollos de cuerda, y sólo se aprestó para una posible batalla el lado que miraba al mar. Tras la línea, anclaron las cuatro fragatas. Como protección suplementaria, instalaron una pequeña batería en la isla.

Creyéndose seguros, los franceses incluso desmontaron los mastelerillos.

El 1 de agosto, Nelson consiguió localizar en el puerto de Alejandría a los buques de transporte franceses, protegidos por las baterías, pero no a la flota de guerra. Decidido a encontrarla, barajó la costa hacia el Este, y a las 14'30 horas los buques de vanguardia inglesa la avistaron.

Nelson atacó de inmediato, arribando contra la línea enemiga, con riesgo de encallar en los bancos de arena. A las 17'30 horas, con las sondas cayendo al agua para indicar la profundidad, la línea británica, encabezada por el Goliath, al mando de Thomas Foley, entró en la rada. Foley se apercibió de que los buques franceses, por efecto del viento, habían borneado, alejándose de los bancos de arena, y por tanto podía rodear por la proa al primero de ellos, el Guerrier: lo rastrilló, seguido por el Zealous y tres buques más, y se situaron a babor de los buques franceses. Como este costado estaba desguarnecido y obstaculizado, fue castigado impunemente: el Guerrier fue desarbolado en diez minutos.

Nelson, en el Vanguard, condujo al resto de sus buques contra la línea francesa por el costado del mar. El propio Vanguard cayó sobre el tercer buque francés, el Spartiate. El resto de buques ingleses pasó de largo y disparó contra los restantes de la línea francesa. De esta forma, ambos costados de la línea gala se vieron castigados por un fuego intenso y muy superior al propio fruto del entrenamiento. Además, los buques británicos iban armados con carronadas, cañones chatos muy mortíferos que lanzaban metralla. Pero en la maniobra de aproximación, los bajíos se cobraron su precio: el Culloden encalló en el banco de la isla de Abukir.

Los barcos ingleses machacaban la vanguardia y el centro franceses; varios de ellos concentraron sus disparos sobre el buque insignia, el Orient, que se incendió y, a las diez de la noche estalló, hundiéndose con el tesoro que debía sufragar la campaña. A las once de la noche se rindió el Franklin, el último navío francés que sostenía el fuego. La retaguardia arrió la bandera y encalló los buques al no poder escapar, mientras el Thimoleon fue incendiado. Sólo escaparon dos buques: el Généreux y el Guillaume Tell, al mando del contraalmirante Villeneuve, junto a dos fragatas.

Francia perdió en la batalla once navíos y dos fragatas, mil setecientas vidas - incluyendo el almirante De Brueys- y más de siete mil hombres, que quedaron prisioneros. Los ingleses no perdieron un solo navío, aunque alguno quedara desarbolado, y tuvieron ochocientas noventa y cinco bajas. Fue la victoria naval más aplastante de todo el siglo XVIII. Con la flota, Francia perdió el control del Mediterráneo. En los meses siguientes los británicos ocuparon Menorca y Malta, bloquearon las costas españolas, establecieron su control sobré Nápoles y firmaron una alianza con Turquía. Bonaparte, sin poder repatriar a su ejército, lo abandonó y regresó a Francia. En 1801, los ingleses desembarcaron tropas en Abukir para derrotar y destruir a los franceses que aún ocupaban Egipto. En el curso de la operación, el buque insignia del almirante Lord Keith pudo recuperar parte del palo mayor del Orient. Con él se labraría en 1805 el ataúd en el cual sería inhumado Nelson.